martes, 11 de diciembre de 2012

Bailando con el reflejo de Adán y Eva (I)


Cuando Eva y Adán se conocieron llovía. Él, después de un largo trayecto en bus decidió hospedarse en la primera casa que encontrara. Picó al timbre. Y aunque Eva siempre pregunta quién es, ese día no lo hizo por puro despiste. Adán no veía las puertas, todo se le movía no recordaba donde había picado. Pero ella se dio cuenta de tal barbaridad y salió al pasillo a ver a quien había abierto la puerta.

Las miradas de ambos fueron penetrante, con pasión y fuertes. Lástima que él fuera bebido. ¿Cómo se le ocurre a una persona borracha picar en cualquier casa para hospedarse y que le abran la puerta sin más?

Ella se llama Eva. Castaña de ojos color miel y curvas de mujer que la llevaban a su entrepierna de pura juventud. Le gusta bailar, sobretodo bajo la luna. Poco le interesa lo que pasa a su alrededor y poco le interesa lo que piensen de ella. Eva, bella por dentro y por fuera. Pero a pesar de su belleza, no se fija en cualquier hombre. Y por eso acaba bailando, bailando en su ignorancia.

Él se llama Adán. Moreno y de cuerpo corpulento, mirada penetrante que da placer. Es un hombre inconformista, pero nunca da una solución. Cariñoso y tierno cuando nadie lo ve. Fumador bohemio donde cada calada es una idea para sus teorías poderosas. Él no es tan bello por dentro como parece, pero si seguro de sí mismo.


No tardaron en salir las primera palabras del nuevo borracho. Tal vez, no fueron palabras sino letras sueltas. Intentaba defenderse con alguna teoría suya, pero el alcohol le superó. Eva estaba asustada pero a la vez apasionada con esa mirada del hombre. Entraron a su casa y aquí Adán empezó a delirar con una supuesta teoría que había pensado durante el viaje en bus:

“Las tortugas son lentas para caminar. Mi mente en temas de amor es lenta. Mi mente es una tortuga. Quizás soy una tortuga. A pesar de esto intento no serlo. Porque si yo he querido a una mujer y le he entregado mi amor, quiere decir que mi mente no es tan lenta. Pero ella solo me quería por mi compañía y aquí admiro a mi intuición ya que actué con tiempo antes de que la viera con su amante.”

Eva encontró una tontería esta teoría. Demasiado fácil para una persona, pero difícil para un borracho. Gracias a las palabras de Adán, pudo entender su estado: ha dejado a su antigua pareja a la cual quería mucho. Ha cometido un acto de locura furiosa por el amor exaltado, traído, condenado.

Adán continuaba en su mundo hablando de tortugas y amantes, por lo que Eva decidió confiar en decirle que se diera una ducha y que pasara esa noche en su casa. Mientras él intentaba hablar con la ducha, ella le sacó la ropa de la mochila para lavarla. Además, le preparó una pequeña cena y le dejó ropa para dormir.

Sin embargo, detrás de la situación y de toda la hospitalidad, Eva llevaba mucho tiempo con poca vida social y sin un hombre a su lado, encima bello. Pasa a solas muchas noches. Suerte tuvo ese día de que Adán picara a su puerta.

No tardó en aparecer Adán como nuevo después del baño. Su cuerpo mojado y musculoso hizo que la noche se alegrara más para Eva. Cenó, ayudó a colgar la ropa ya lavada, ordenó sus cosas pero son decir ninguna palabra.

Adán nunca había hecho esto. Nadie le había hecho tanto daño como para dejarlo todo y buscar una nueva vida aunque con mal pie, borracho. Su antigua pareja, era la típica de amiga de la infancia. Pero parece ser que no todo funciona como alguna de sus teorías decían.

Empezar la conversación no fue fácil. Ambos son un poco tímidos y en una circunstancia como esta, aumenta la timidez. Adán se presentó, Eva se presentó. Cada uno dijo sus mejores palabras y actuó de sus mejores maneras para ver que ninguno de los dos no son malas personas. Aquí entraron fácil a hablar de cada uno y conocerse.

Todo iba bien, fluía bien, hasta que Eva decidió sacar una botella de vino blanco. La tenía guardada para alguna ocasión especial y, esta era una. Raro sería que Adán aceptara después de su estado antes de la ducha, pero aceptó aunque aun fuera un poco tocado.

Esa noche había luna llena, caía una leve lluvia pero de esas que mojan hasta los calcetines. Una de esas noches en que Eva se sentía feliz.

El alcohol empezó a notarse, cada vez hablaban con más soltura. Notaron que entre los dos había una atracción. Se gustaban. Sus cuerpos atraían al otro, el olor a pasión. Se miraban los labios continuamente a la hora de hablar. Se acercaban, se alejaban. Ya se habían olvidado que ambos son desconocidos.

Eva y Adán se abrazaron para satisfacer el deseo de pasión y de confianza de esa noche. Les palpitaba el corazón, los ojos tenían fuego, las manos estaban calientes, eran personas vibrantes que desprendían aliento de amor que había provocado la locura.

¿Quién nunca sondeará las perversiones de la sensualidad en una mujer y en un hombre?

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