martes, 19 de enero de 2010

Passion for my little thing.

La pregunta la tomó por sorpresa, no era una pregunta que se pudiese hacer así sín más. Tenía ganas de colga el tléfono, pero una necesidad imperiosa de ser sincera la obligaba a permanecer en línea.

Él esperó pacientemente al otro lado, escuchando el silencio que ella producía hasta que se decidió al fin a susurrar un "si".

El silencio la llevó de la mano.

“¿Me deseas? Esto es lo único que nos debe importar esta noche. Deseo perderme en tus ojos, y apenas notar cuando tu boca se hace presa de mis labios. Deseo perderme en tus ojos, misteriosos y profundos, y apenas notar como te acercas hasta mi.
Tu aliento, fogoso me atrae. Tu olor, a madera y a tabaco, a perfume y a deseo, se instala en mí. Tus dedos, se entrelazan con los míos, tu lengua se entrelaza con la mía, y de ahí al cuello hay un paso, y de tus manos a tus caderas, otro.
Te cojo, me coges y quedamos separados por nuestra ropa, que ya molesta. Te deseo, me deseas. La camiseta se te desliza por el pecho, mi vestido cae y resbala por mi cuerpo, y tu anhelada boca marca el camino, desde el cuello hasta los tobillos. Besas cada centímetro, besas mis pechos, mi vientre, mis muslos… Vas cayendo de rodillas frente a mí, y yo te acaricio el cabello."


Te acompaño en tu viaje.
En donde nunca llegará la realidad que nos envuelve.
Rompe el silencio.
Despacio, sin prisa.


Él iba a ser de ella, ella iba a ser para él, y con eso, era más que suficiente.
Con esto, se cumplía la promesa silenciosa, se cerraba el pacto sin compromiso, aunque se saludasen con dos besos cuando se encontrasen, aunque fingiesen la más absoluta indiferencia o la más férrea de las amistades.
Cuidó, conservó y escondió el texto en una carpeta protegida en su portátil, y decidió que aquella noche era la primera de muchas otras, y que no había más tiempo que perder.

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